El púlpito plateresco
La iglesia de Santo Domingo de Silos, desgraciadamente, ha sufrido notables estragos a lo largo de su historia. Perdió sus mejores altares con sus primitivos retablos. Desaparecieron las sillas del coro, el facistol o las gradas del altar que existían a principios del siglo XVI. También se han perdido tesoros como la llamada “Cruz de Pinto” realizada por Marcos Hernández y que probablemente sea la depositada en la catedral de Jaén después de la guerra civil. Pero el mayor desastre se produjo en 1920 con el hundimiento de su magnífica torre, que acabó con la maravillosa portada de estilo plateresco. La nueva fachada y la torre se reconstruyeron modernamente en un estilo sencillo con fábrica mixta de ladrillo y cajones de mampostería, siguiendo las líneas de la arquitectura toledana. Por tanto, su estructura exterior, tristemente, nada tiene que ver con la primitiva, aunque sí se conserva su estructura interna, sumamente interesante. La estructura y las bóvedas son góticas, pero el perfilado de los pilares y de algunos arcos es típicamente renaciente. Estamos ante un singular edificio de la transición del Gótico al Renacimiento.
Quizás la obra más notable y de mayor interés que se conserva en la iglesia es su impresionante púlpito plateresco, decorado prolijamente, así como la pilastra a la que se halla adosado hasta alcanzar el arranque de los arcos. El púlpito está situado en el primer pilar del lado derecho de la nave principal del templo, y está totalmente revestido de fino grutesco, con elementos vegetales, animales y humanos formando figuras fantásticas. Para describir y mostrar la importancia de este magnífico ejemplo del estilo manierista realizado en la primera mitad del siglo XVI, siguiendo los modelos de Alonso Covarrubias, nos remitimos al estudio que la doctora Margarita Estella realizó de dicha obra en 1979.
Descripción
El púlpito está sostenido por una figura humana vestida con túnica que parece llevar un cordero sobre sus hombros. A su cuerpo inferior se asciende por una escalera acodada con un precioso pasamanos macizo recubierto de bella decoración esculpida “a lo romano” con dos escenas superpuestas. Este primer cuerpo, de forma hexagonal, presenta los frentes de su antepecho adornados con pequeñas hornacinas rematadas en forma de concha, “avenerados”, que albergan una serie de figuras de santos bajo las cuales, en un recuadro, se representan bustos femeninos cortados a la altura de los hombros. En sus ángulos, cariátides, y en las franjas de la base y del remate, querubines, que completan la decoración.
El tornavoz, ese dosel que remata el púlpito y mejora la acústica del sacerdote que emitía las homilías, adquiere una gran importancia por su gran volumen dividido en varias partes. En la inferior se repiten las hornacinas con esculturas. Sus ocho lados presentan finas y nerviosas esculturillas exentas en sus nichos, separados por pilastrillas y sin el motivo de los bustos. El remate o coronamiento, que se estrecha subdividiendo sus lados, está constituido por un basamento con querubines sobre el que se apoyan seis columnillas de fuste inferior liso y la parte superior, de mayor longitud, abalaustrado o bulboso con estrías, cuyas columnas sostienen una cupulilla decorada con nervios en su interior, sobre arcos dobles, formando un templete que resguarda a la imagen de la Virgen con el Niño, y todo se remata con un putto desnudo, que corona el remate esférico y confiere al conjunto una impronta destacada en el interior de la iglesia.
Fecha de construcción y estilo
Documentalmente, sabemos que en 1515 se propuso la construcción de “un púlpito en yeso vivo al modo de los de la iglesia de Alcalá” y en 1535 un vecino de Pinto llamado Fernán Martínez de Carasa pide en su testamento ser enterrado frente al púlpito, lo que indica que su construcción había comenzado o ya estaba finalizada en su totalidad.
En el pilar que sirve de apoyo al púlpito, el grutesco, repetido hasta el infinito está conformado por un único motivo, un escudo que enmarca una cabeza barbada tocada de un extraño gorro, sostenido por dos puttos desnudos que apoyan en figura antropomórfica de extremos inferiores acabados en roleos, se corresponde a la decoración del primer tercio del siglo XVI, con relieves más planos y reposados y de pequeña escala.
Sin embargo, el estilo de la decoración del pasamanos y cuerpos del púlpito, que sí parece homogéneo en su conjunto, salvo cierto arcaísmo que refleja la arquería del templete, responde a una decoración mucho más viva y jugosa utilizada en la escuela toledana, donde destaca la obra de Covarrubias. El deseo del bulto redondo, e incluso de movimiento en las figurillas de los nichos del tornavoz de parte inferior adelgazada nos sitúan entre 1535 y 1540 la conclusión de la obra. Por otra parte, la cariátide, el término femenino, debe ser de los primeros utilizados en Castilla, junto con los de Jamete y Villalpando.
Restauración
El púlpito ha sido restaurado en los años 2000-2001, ya que su estado presentaba numerosos golpes, desgastes y pérdidas de volumen y de policromía. Se realizó una limpieza general, se consolidaron las pérdidas estructurales, se recuperaron parte de los querubines que rematan el tornavoz y se sellaron las grietas. La reintegración pictórica, llevada a cabo con temperas bajo la técnica del rigattino, presenta un resultado cuestionable.