Beluga y Medusa Box, sentimientos llenos de Indie
Viernes, en Embajadores y con muchas ganas de ver un concierto en sala. Comenzó de repente a sonar música, y descubrí en directo, mis últimos fichajes, dos artistas nacionales, de los que os voy a contar lo que me hicieron sentir.
Medusa Box saltó al escenario con uno de sus nuevos temas, “Order”. Siguió con “Two Months to Moscow” introduciéndonos en un indie fácilmente reconocible que consiguió que nos dejáramos llevar y disfrutar del cantante en “Seduce me with no Rubles”.
También se notaron sus toques de rock. El batería, puro espectáculo, se ganó al público hasta llenar la sala de aplausos. Marcando cada nota, la banda siguió con “Bloody Dance” y con la suavidad de “Electricity”, que terminó de dar esa energía que su título indica. Dio paso a uno de sus sencillos más recientes, “The Fall” y la provocativa “AMMP” puso la guinda e hizo que tuviéramos ganas de más. Medusa Box se me hizo corto, breves e intensos, y reconozco que me quedé con muchas ganas de escuchar “Sexual Tension” y “Night Vision”.
Medusa Box daba paso a Beluga. Esta banda presentó su nuevo disco “Tiempo de Leones” con una aparición melodramática, que hizo que no pudiéramos quitarle el ojo y escuchásemos en primer lugar su peculiar “Te quiero enfermo”.
Llegó “Detrás del Corazón”, una canción con una letra muy profunda que fue una gran elección para que los espectadores entráramos de lleno al concierto y pusieron la sala “A 40 grados”, viéndoles de cerca y notando cómo los instrumentos cogían una fuerza que no soltaron en todo el concierto.
El espacio se llenó de luces al compás de los ritmos con unos efectos que no dejaban nada qué desear a grandes conciertos (entiéndanme). Solo “Éter” fue tan intensa y tan fuerte como su propio título indica. La siguió “Mis Demonios”, tan general y tan personal a la vez, que representaba una gran lucha interna. “Manisa”, un tema que va in crescendo y que te hace soñar, consiguieron enganchar a cualquiera. Escuchar la garra de “En el Nombre de la Naranja” y su voz distorsionada nos hizo querer más.
Gracias a “Bioluminiscencia” y a su transición musical. Beluga se hizo con los sonidos indies, un rock trance alternativo, de fondo curioso y oscuro, que les hizo reconocibles a la vez que peculiares. Ganaron mucha energía en directo, y provocaron una experiencia inolvidable.
Respirar con “La Griega” fue realmente bonito, y seguimos fluyendo con esos solos instrumentales característicos de sus canciones. Además del movimiento de un cantante que no paró de acompañar cada canción con su cuerpo y sus expresiones haciéndonos vibrar.
Creo que el amor, un tema de muchos de sus temas, hizo que el público no quedara indiferente. Con “Gorgona” bailamos y lloramos, “Un Baile de Sangre” la siguió. Acabaron con “Búmeran”, dejando ese buen sabor de su primer disco para luego deleitarnos en acústico, y entre el público, con su nueva preciosidad “Aprendiz de Leones” (y haber tenido la oportunidad de estar viendo al vocalista al ladito).