La cita electoral llama a la ética
“… debéis, insensibilizados ante los intereses individuales, afanaros por la preservación de los colectivos… La justicia se imparte cuando los condicionamientos son iguales, en tanto que lo posible lo llevan a cabo los fuertes y los débiles lo consienten”.
Tucídides, II, 61; V, 89
Viene a cuento la cita que encabeza este artículo. A tres semanas de la convocatoria electoral andan a la greña los cazadores de votos, unos reposados en la seriedad de lo que proponen, otros caídos en el esperpento para llamar la atención, sentándose en sofás en la Puerta del Sol, subiéndose a las barcas del Retiro entre dos remeros, o procurando abrir polémicas que generen titulares como la de retirar legiones de mendigos en las calles y sin papeles de los quirófanos. Si usted se muere, no pude hacerlo ni en un hospital, porque no le atiendo, ni en la calle porque no le dejo.
Hay pestilencia en el ambiente. Diríase que rezuma la fosa séptica y las aguas fecales corren como riada y vuelven irrespirable el ambiente. En ese clima político tienden redes y lanzan sus anzuelos hacia la pesca que en esas aguas sobrevive como puede.
La cita electoral viene precedida por aspectos cuantitativos: Son los sondeos de intención de voto. Algunos parecen pescadores que se creen dueños del río que han contaminado, y van contando los peces que pretenden meter en la cesta. Hay sondeos de opinión, seguidos atentamente por la clase política en tiempo pre-electoral; no así después, que si los ciudadanos se manifiestan “in vigilando”, y practican la democracia participativa, su opinión no cuenta. En este tiempo pre-electoral, hay sondeos que, honestamente, pretenden conocer la intención de voto, pero hay otros que persiguen orientarla de una forma torticera, como si fuéramos salmones conducidos hacia su almadraba. Pero, ¿quién mira por los ciudadanos que ya no se tragan los anzuelos, ni les gustan las aguas turbias, ni comen lombrices? Ese es el segundo aspecto cualitativo, de raíz ética, en el que también pretendo reflexionar.
De todo hay en esta marcha: encantadores de oídos predispuestos; chamarileros y buhoneros con su cohorte de comisionistas; quijotes de presos que no quieren ser liberados, quijotes que se complican la vida, y ven los gigantes que mueven los molinos y se llevan el trigo; metafísicos que pretenden hacer pensar las decisiones donde a veces se embiste más que se piensa, o no se quiere decidir, o ya se ha decidido al dictado.
Ya viene el cortejo entre claros clarines y, a veces, oscuras intenciones. Ya están los arúspices que abren el vientre de unas aves que sólo quieren comida, nido y libertad, tratando de averiguar qué rama elegirán para depositar su voto y su guano.
Aspecto cuantitativo: Las mediciones de intención de voto.
Uno lee los avances de intención de voto en Pinto y se queda perplejo. No puede ser, a menos que se haya producido un acontecimiento político que haya dado un vuelco a la intención de voto, que en tan sólo unos días de plazo, entre el 30 de marzo al 3 de abril, y el 7 y al 9 de abril, se produzcan diferencias del 13% de voto favorable al PP (22,5% a 36,2 %); de 3,1% al PSOE; de 3.8% a Ganemos Pinto; y de 4,3% a Ciudadanos. Sobre todo, el primer dato chirría. O aquí hay mucha “cocina”, o al encuestador, por la razón que fuere, le ha tomado el pelo el ciudadano que responde.
Porque, vamos a ver: ¿Cómo se ha definido lo que se llama universo?, ¿abarca la totalidad de quienes tienen derecho a ello? ¿Cómo se ha establecido la muestra?, ¿reproduciendo en ella el porcentaje significativo y a escala de la pirámide poblacional? ¿Estratificada por porcentajes representativos de sexo y por tramos de edad? ¿Cómo se ha elaborado el cuestionario?,¿ es inductor de respuestas? ¿Cómo y a quiénes se ha hecho la entrevista? ¿Aleatoria de aquí te pillo y te pregunto y luego selecciono lo que conviene? ¿Por teléfono, fiándose de quienes dicen ser fulano o mengana y tener cierta edad y pertenecer a cierto distrito electoral? ¿Domiciliadas y presenciales a los previamente seleccionados como muestra de la pirámide de población electoral? ¿Se han realizado, posteriormente, entrevistas de verificación? ¿Se han cotejado las intenciones de voto con el voto realizado en las pasadas elecciones? ¿Se ha verificado el estado de opinión que muestre la encuesta con entrevistas en profundidad o con jurados de opinión? Observo que La Voz de Pinto al menos recoge el porcentaje de votos en blanco, las abstenciones del 5,5% de la muestra y el voto todavía no decidido, que por cierto, al ser del 19,7% muestra que los consultados, mayoritariamente, ya tienen decidido a quién votar.
Si prescindimos de la fiabilidad del trabajo, del que quiero estar seguro de que no sólo La Voz de Pinto ha realizado con profesionalidad, no podemos obviar aquello que los manuales técnicos de sociometría tienen que declarar: Aún en aquellos casos en que se hayan aplicado técnicamente y sin inclinaciones preestablecidas, “no hay garantía de que una determinada investigación produzca información de confianza y objetiva”, y mucho menos en circunstancias de efervescencia social y de fragmentación y dispersión del voto. A lo anterior se añade que, tradicionalmente, el municipio de Pinto ha venido eligiendo diversas y aún divergentes opciones políticas, por lo cual, aunque cada formación política tenga su cuota de “voto cautivo”, el voto sociológico se mueve, más que por ideología, por la confianza que inspire el partido para la satisfacción de las necesidades del municipio. Ese voto es volátil en cuanto a lealtades ideológicas, pero está firmemente anclado en la gestión realizada, sea en el gobierno o sea en la oposición, y en las propuestas programáticas.
Aspecto cualitativo: Una llamada a la ética.
¿Debe el voto cívico, consciente, ilustrado, ser movido sólo por intereses?, ¿o debe motivarlo también la ética que cada cual profese, que quiera con ello solucionar problemas o corregir estados de putrefacción? Tengo entre mis manos el libro que el ex-juez Garzón titula “Fango”. La fosa séptica se ha desbordado. Tengo sometidos a lectura también otros trabajos que analizan las consecuencias de esa corrupción: la degradación democrática y social a que hemos llegado, y la indignación de los votantes. Otros trabajos también muestran la importancia de la ética para el ejercicio del buen gobierno, especialmente en tiempos como los actuales. Algunos no son nuevos, y proceden de los tiempos de la transición, cuando el pueblo español parecía movido por un nuevo impulso regenerador. Especialmente, aquel que publicó el Profesor José Luis López Aranguren, “Ética y Política”. Otro, por mencionar sólo dos, el de Olegario de Cardenal, “España por pensar”, que ya en democracia nos decía que España había sido una dictadura, hoy es una democracia, pero no es ética. Quizás, pensé entonces, porque los encargados de formar las generaciones en el tiempo de la Dictadura ya se encargaron de que no lo fuera, y por ello derribaron el proyecto de la Institución Libre de Enseñanza.
Es aquí donde me permito opinar que, más allá de los termómetros que nos miden la temperatura social, hay que dar con la fórmula que restablezca la salud de este pueblo sacudido por la crisis. Sociedad y políticos deben producir un cambio. Según la decisión que se tome puede, la decisión salida de las urnas, dar en nada. Ortega y Gasset, en 1927, en “Mirabeau o el político”, ya trazaba el perfil del político capaz, al tiempo que advertía del error que puede suponer “recurrir a lo vacío para construir lo vacío”. Quienes han estado socavando derechos, convivencia y bienestar, creando el vacío bajo los pies, no están en condiciones de reconstruir lo que han destruido.
En este punto, Ortega y Gasset sigue teniendo, en la actualidad, capacidad orientadora: Hay lo que el llama “plebeyismo”, la gleba que sigue ciegamente a su jefe, en todos aquellos que aún justifican el daño causado y repiten el argumentario recibido como un credo. Son los “ante todo”, los que sobre su olfato o ante sus ojos llevan sus gafas de su color, incapaces de ver el cromatismo de la sociedad; ciegos voluntarios, han claudicado ante el dedo; la suya es una democracia morbosa, impávida a lo que hace sufrir, masoquista en la crítica que recibe.
Hay almas mezquinas, incapaces de mirar al hombre, a la mujer, en lo que padece, y a la democracia como trabajo colectivo; almas sin alma, creadoras de resentimiento. Estos son distinguidos por Ortega de otros, de alma grande, posicionados con aquellos que más padecen la desigualdad o la injusticia, comprometidos con los pequeños detalles necesarios para cambiar una situación, y, al mismo tiempo, habitados por la alteridad inclusiva, porque son los otros, y no su egoísmo, los que cuentan. Ser político, dice Ortega, es estar dotado de buen sentido administrativo que sepa regir, como en una industria, los intereses materiales y morales de una nación.
Es hora de evaluación, de sopesar hasta qué punto las dotaciones, los servicios, los derechos, los intereses materiales de una colectividad, han sido sabiamente administrados con el desprendimiento de quien no se ha corrompido en ello. De analizar si con la manera que se haya tenido de ejercer el poder no se ha contribuido a lo que el propio Aranguren llamaba, en otra de sus obras, “desmoralización”.
La ética personal, la moral civil y política, deben contribuir a crear una mejor convivencia en la creación de bienestar y de prosperidad, y, como Aranguren sostiene, “hacer objetivamente mejores a los hombres”.
Hoy se da una repulsión a cierta manera de hacer política que consiste en ejercerla con prepotencia e impunidad al servicio del propio partido, como cúpula protectora donde todos salen beneficiados, y no siempre con limpieza. En lugar de ser un taller de construcción de justicia y posibilidad, productor de propuestas, abierto a la crítica constante, la prepotencia impune se parece a la formación romana de la tortuga: todo escudos mientras avanza. La sociedad se rebela porque se siente puesta al servicio de los aparatos del poder.
Dada la atomización previsible, llegamos a un tiempo cuando la política debe ser “el arte del compromiso”, que dice Aranguren. Compromiso no sólo entre partidos que jueguen al trueque de sillones, sino compromiso con los ciudadanos; “arte de lo posible” fue llamada, que entiendo como hacer posible lo que es necesario, no para la propia formación política, no para mantenerse en el cargo, sino contemplando lo que falta todavía para poner las condiciones que permitan “hacer mejores a los hombres”.
Si tal cosa no se pone como prioritaria, a la hora de hacer política y a la hora de elegir a los que tienen que hacerla, los políticos tendrán papeletas de voto, pero no la energía de un país que, salido de la desmoralización donde ha sido arrojado, pone fortaleza en lo que elige y en lo que trabaja.
Los votos se contabilizan. Otorgan o quitan el poder, un poder que puede estar sin alma ciudadana, sin pulso vital como dijo Ortega en una ocasión. La regeneración ética y moral, en su ámbito personal y colectivo, sólo es medible por el impulso constructor que ese país produzca como una consecuencia de lo elegido.
El día 24 tenemos cita con las urnas. Que las papeletas lleven algo más que intereses ciegos.