Corrupción, la manzana podrida de la política
En la mañana de ayer nos despertamos sobresaltados por el ultimo episodio de corrupción que inunda, que no salpica, a la clase política de este país. El caso en cuestión afecta entre otros, hasta a seis alcaldes, entre ellos, los de las localidades de Villalba, Valdemoro, Casarrubuelos, Torrejón de Velasco, todos ellos del PP, además de los alcaldes de Serranillos del Valle (UDMA) y el alcalde de Parla (PSOE).
Pero el caso mas llamativo y que da nombre a la operación policial es el de Francisco Granados, ex-alcalde del PP de Valdemoro y ex-Consejero de Presidencia de la C. de Madrid con Esperanza Aguirre, de la que llego a ser su numero dos en el PP de Madrid.
Este nuevo caso no viene sino a poner de manifiesto la podredumbre del sistema político español, infectado hasta sus raíces por una cultura de clientelismo, por una subclase social de conseguidores, de círculos de personas entre el poder político y económico. De unos políticos sin decencia ni ética ninguna, que no han dudado en aprovecharse de la voluntad de los ciudadanos que los eligieron para lucrarse pasando por encima de organizaciones políticas (algunas veces con la connivencia de estas) y de ideologías. Y de unos empresarios sin escrúpulos, cuya avaricia y afán por enriquecerse a cualquier precio les ha llevado a usar cualquier herramienta a su alcance, incluidas el soborno y la apropiación ilícita del dinero público, sin importarles si ese dinero extraído de las arcas publicas ha sido detraído en perjuicio de los depauperados servicios públicos.
A pesar de que el Presidente Mariano Rajoy se afana en ningunear el problema ignorándolo o infravalorándolo, en una actitud típica en su forma de hacer política de esperar que los problemas se solucionen solos, esta vez no creo que le funcione. La razón principal es que la población ha dejado de estar hastiada por la consecución de casos de corrupción para pasar a estar indignada y dispuesta a cambiar las cosas para echar a todos los que han parasitado la vida publica en este país. Se ha dado cuenta de que la única manera de cambiar las cosas es cambiar el sistema y las personas que lo representan, porque el problema va mas allá de unos casos de corrupción más o menos generalizados entre algunos miembros de los distintos partidos políticos, porque el problema esta en el Régimen mismo.
Un sistema que heredó los vicios y defectos de cuarenta años de régimen en el que la clave para hacer negocios con el Estado era poseer una red de contactos en la Administración Pública. Ese sistema se trasplantó de forma mimética en el nuevo régimen democrático y a lo largo de todos estos años ningún gobierno ha podido o ha querido hacerle frente llevando a cabo una profunda remodelación y limpieza de las distintas Administraciones. A esto hay que sumar la mentalidad de negocio en el sistema neoliberal imperante desde los ochenta que marca la búsqueda de beneficios a cualquier precio dentro de la empresa privada y la paulatina privatización de la practica totalidad de los servicios prestados por las Administraciones, principalmente la local y autonómica. Todo esto, mezclado con la bonanza económica desde finales de los noventa hasta el comienzo de la actual crisis y el flujo incesante de dinero recibido desde los distintos programas de financiación de la UE así como el dinero barato obtenido por las Administraciones de los mercados, ha sido el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de estos personajes y la perpetuación del sistema diseñado para el saqueo de las arcas públicas.
Pero la ciudadanía ha dicho basta. La crisis económica ha hecho abrir los ojos a mucha gente que está harta de ver cómo los mismos que repiten hasta la saciedad el mantra de la austeridad, del apretarse el cinturón, de culpabilizar a la sociedad por vivir por encima de sus posibilidades, como esos mismos personajes se van destapando como los grandes defraudadores del dinero publico, como son los responsables del gran desfalco de las arcas públicas de este país a costa de la pérdida de servicios públicos y de derechos conseguidos a costa del esfuerzo y del sufrimiento de muchos de nuestros predecesores. Y se han dado cuenta de que no son casos aislados, de que no son manzanas podridas, o como diría el sr. Rajoy, “cosas”. Se han dado cuenta que el problema es mucho mas grave. Es algo sistémico, un mal arraigado en todos los ámbitos de la sociedad y sólo un cambio de sistema, un cambio de régimen posibilitará la extirpación de este mal, cual cáncer que haya que extraer como último recurso para salvar al paciente. Y nuestro paciente está en estado crítico.