Gracias por vuestra sonrisa
Es complicado pararse a pensar y que no te entre un cabreo monumental mirando a tu alrededor.
Leer los periódicos, poner la televisión, entrar en una cafetería y escuchar lo que se dice. Ver los memes que te invaden el móvil o entrar en las redes sociales, sólo hace que te enfades porque el ruido no de oportunidad para hablar e informarse sobre lo que realmente importa.
La razón de mi enorme cabreo de hoy, supongo que será la gota que ha colmado el vaso, viene porque cada mañana desde la parada de autobús en la que me bajo para ir al trabajo y este, tengo que hacer un vía crucis con pausas para contestar “Muchas gracias, no estoy interesado” a jóvenes que con una sonrisa se acercan y me piden “un minuto” para conocer el trabajo de Acnur, Aldeas Infantiles o comprar papeletas para el Sorteo de Oro de la Cruz Roja.
Se nos hace discutir por los “colectivos subvencionados” y por falsas reducciones como las típicas frases “ni machismo ni feminismo” o “yo solo quiero una ley que proteja a hombres y mujeres, a los dos” por no hablar de “los inmigrantes tienen los trabajos que nos pertenecen” y a la vez “nos quitan las subvenciones que también nos pertenecen”.
Y ya estoy harto de que nos echen la culpa por no conseguir trabajo, ya sea por falta de preparación, idiomas, experiencia o presencia, cuando los auténticos culpables son aquellos que tienen diamantes en las manos y los utilizan para calzar mesas cojas.
Estoy harto de que los que estudian los problemas con los que convivimos hablen de clases precarizadas y demás artefactos que lo único que hacen es alejar a los que sufren estas realidades de los nombres que les ponen, porque la tristeza y el sufrimiento no se paran a poner nombres científicos a la injusticia.
Harto de contemplar la precariedad que rodea a mi generación y tener que sentirme entre afortunado y culpable por tener el trabajo de mis sueños, disfrutar haciendo lo que hago y tener un sueldo que me permita poco a poco vivir. No como el 80% de jóvenes a los que se nos castiga en nuestro cuarto como cuando éramos niños pequeños porque por mucho que quieran cuando el 88,8% de tu “sueldo” debe destinarse a la vivienda, el 88% de 0 es cero y el 88% de nada sigue siendo nada. Tristeza de pensar en todos y todas los que reciben en sus perfiles de LinkedIn o infojobs propuestas de trabajo miserables, cuyo cobro por sus objetivos hace imposible como trabajador puedas cumplir los tuyos.
Ha llegado el momento en el que los privilegios dejen paso a las oportunidades que es donde deben crecer los nuevos modelos de sociedad.
Es importante dejar atrás la apatía y entender que el cabreo nos pone las luces cortas, que las ganas de desconectar y dejarse llevar son la sensación que muchos buscan imponernos a base de tuit y titular.
Debemos comprender que cada vez que decimos “ya paso de la política” muere un gatito, pero de verdad, porque seguramente no habrá ninguno de nosotros/as para defenderlo.
Nosotros y nosotras estamos llamados a tomar el relevo y debemos poner sobre la mesa nuestras condiciones. Nosotros no miramos a otro lado mientras el 99,5% pierde posibilidades, recursos y vida para que el 0,5% siga enriqueciéndose en su halo masturbatorio de autosuficiencia y egolatría.
Tampoco priorizamos el dinero al tiempo, ni un coche a una sonrisa, ni el lujo a la familia o los amigos, somos una generación rara que de verdad quiere que este mundo sólo sea un sitio más justo, aunque sea sólo un poco. Hemos aprendido que un vaso de agua no cura ninguna enfermedad grave, por eso, para el momento en el que estamos la “homeopatía política” de reducir la cuestión a una lucha entre “el que está mal contra el que está peor”, no ofrece ninguna alternativa que genere nada bueno.
Gracias por que cada día, pese a todas estas circunstancias, seguís pidiéndome un minuto con una sonrisa. Necesitamos una respuesta y formar parte de ella, porque nos la debemos y porque os la debemos.