La importancia de los números y las personas
Esta tarde escuchaba en la radio un comentario que me ha hecho pensar. Un conocido colaborador, a raíz de una noticia sobre un calendario de desnudos de una asociación de afectados por la venta de viviendas sociales a fondos buitres, decía que si fuese verdad eso de la reencarnación, que él, por encima de otras opciones como animales más o menos exóticos u cualquier otra persona, deseaba reencarnarse en un número. Y lo razonaba con el argumento de que en esta sociedad en la que vivimos se cuida y se miran más los números que a las personas. Que es más importante arreglar y solucionar los problemas numéricos (Número de parados, Déficit, IPC, PIB..) que los problemas de las personas. Que no importa tanto si los protagonistas del calendario Fernando, Zara o Claudia, por ejemplo, pierden su trabajo, o las desahucian, o las retiran su tarjeta sanitaria, o las obligan a salir del país para buscar un futuro para ellos y sus familias. Y creo que tiene razón. En esta sociedad consumista y capitalista, nos han inculcado que si los grandes números, las “cifras macroeconómicas” están bien, todo está bien. Que hay que hacer lo que sea para arreglar esas cifras, que si unos cuantos miembros de la sociedad se quedan por el camino, no importa, porque habrá sido por el bien del conjunto de la sociedad.
Pero el problema es que esa mentira ya no funciona. Lo hemos visto en Grecia, donde todas las medidas que les han vendido como imprescindibles para reflotar los números del país no han servido ni siquiera para eso. Muy al contrario, han servido para hundirlo más en el agujero de una deuda impagable y ahogado unos recortes brutales que han sumido a la población, a los Fernandos, Zaras o Claudias en una pobreza social y económica de la que será muy difícil que puedan salir. Y han dicho basta. Con su respuesta este domingo en las urnas, el pueblo griego ha dicho que ya no puede más y que quiere que se apliquen otras políticas que no hundan a los ciudadanos todavía más. Y a su vez, han dado otro mensaje más importante, si cabe, al resto de ciudadanos europeos ahogados por el austericidio promovido desde las élites económicas. El de que se puede salir de la crisis dándole importancia a las personas y sus problemas y no a esos fríos e insensibles números macroeconómicos y que para ello es necesario, imprescindible, prescindir de los partidos que nos han llevado hasta aquí y que han formado parte, junto con las elites económicas, de una oligarquía que durante los años de bonanza económica puso por delante de las personas el poder del crecimiento sin fin a costa de cualquier cosa, y cuando este sistema quebró, se afanaron en perpetuar y salvaguardar un sistema a costa de cientos de miles de personas
Nuestro país puede ser el siguiente. Con los datos y cifras económicas en supuesta “mejoría”, muchos de sus ciudadanos sufren las consecuencias de las medidas adoptadas para la consecución de esa manida mejoría. Muchas de esas víctimas se quedarán en el camino abocadas, en el mejor de los casos, a un nivel de vida de subsistencia y muchos pasarán de una vida más o menos acomodada con un trabajo estable y decentemente remunerado a una precariedad laboral que raya los límites de lo indigno y unos servicios públicos que habrán perdido toda función redistributiva de la riqueza entre los ciudadanos y se conviertan en servicios mercantilizados, despiezados y vendidos para saciar la voracidad de especuladores financieros y grandes corporaciones que expriman las arcas públicas. Y estos ciudadanos también están diciendo basta. Tras unos años de organizarse en movimientos de protesta, ahora muchos han decidido que es hora de tomar no solo la calle, sino también las instituciones. Ya veremos en las diferentes citas electorales que nos esperan este año, si los vientos de cambio que empiezan a recorrer Europa llegan para cambiar la situación o si tendremos que resignarnos a seguir esperando a reencarnarnos en un número.