Señorías, la barra libre toca a su fin
Quién no ha escuchado alguna vez eso de “da igual a quién votes porque todos roban”. La sensación de que existe una corrupción generalizada entre nuestros políticos crece alimentada por el aluvión de casos que investiga la justicia y que acapara la atención de los medios de comunicación. Ahora queda probado que nos roban ladrones de todos los colores y condición. Desde políticos adinerados (de esos que llegan “comidos y bebidos”) hasta sindicalistas que defendían en público los derechos que vulneraban en privado. Por eso los políticos de Pinto deben saber que sí: sus vecinos también desconfían de ellos.
La Operación Púnica figura como el último escándalo de una lista insoportable de abusos políticos. En esta ocasión, el foco de podredumbre está arraigado en parte en la zona sur de Madrid. La Guardia Civil registró en Pinto la sede de varias empresas investigadas en este caso judicial. Algunos de los empresarios que ahora descansan en prisión, como David Marjaliza y José Luis Huerta, no hace mucho cerraban acuerdos en Pinto. La simple contratación de estos servicios no supone un delito, pero la sombra de la sospecha lo ha inundado todo. “A ver quién es el guapo que pone la mano en el fuego por nadie con este panorama”, decía una mujer a otra en el cercanías la semana pasada.
Y es que a los casos de corrupción hay que sumarles una reacción vaga de los partidos políticos, las siglas que los representan a todos. “Hay que dejar actuar a la justicia”, dicen unos y otros. De acuerdo, pero si ustedes hubiesen reaccionado antes, mediante mecanismos de control eficaces, no habría caso judicial que respetar. Vaya, que trabajan codo con codo y nadie ve nunca nada. Se sorprenden y entran en shock cuando sus manos derechas resultan señaladas por la justicia.
Da la sensación de que responden cuando no tienen más opción, cuando el foco ilumina sus cabezas, cuando les han pillado. Y eso preocupa. Los mil ojos que los medios y la ciudadanía concentran sobre sus actos deberían ser también los suyos.
Porque parece que nunca pasa nada. La Audiencia Nacional revela que el partido que nos gobierna pagó 1,7 millones en negro en la reforma de su sede en Madrid y los máximos responsables del partido ni hablan del tema. No va con ellos. Saltan a la palestra las tarjetas opacas que los consejeros de Caja Madrid no declaraban a Hacienda y las dimisiones, de todos los partidos políticos y los principales sindicatos, llegaron a cuentagotas. Las comilonas, las compras en el supermercado, las prendas de lencería y los artículos de armería (entre otros supuestos “gastos de representación”), los pagamos entre todos.
Es cierto que no todos los políticos roban, pero entiendan que el personal está algo mosqueado con todos estos excesos. Comprendan que aunque el presidente del Gobierno llame “esas cosas” y “esos señores” a delitos y a delincuentes, lo que resuena en la cabeza de los ciudadanos no es lo primero.
Aquí no estamos dispuestos a perdonar. Al borrón y cuenta nueva que sugería Mariló Montero en la televisión pública al marido de la primera contagiada de ébola en España, para que olvidase las acciones legales contra el consejero de Sanidad de Madrid por sus descalificaciones: “¿En ningún momento pueden echar hacia atrás y decir no vamos a emprender acciones legales? Porque ha salido todo bien. El Ministerio ha bloqueado una posible expansión de ébola y ha trabajado a destajo, prácticamente sin dormir. Tanto en el centro médico como en el Ministerio han salvado la vida de su mujer”, le dijo la presentadora.
Pues no. La población no está dispuesta a dejarlo correr e invita a sus señorías a que hablen, a que denuncien y delaten a los compañeros que incumplan la ley. Que nos ayuden a creerlos en un momento en el que lo fácil –y casi lo sensato– es no hacerlo. La política es necesaria pero no como la han entendido algunos de ustedes. Muchos creen que la barra libre ha caducado y tengan presente, los que están y los que llegan, que los ciudadanos pueden sacar la basura cada cierto tiempo.