La Compañía de Guardias Jóvenes en Pinto
Una de las primeras consecuencias de la llegada del ferrocarril a la villa de Pinto fue la de acoger, durante casi 32 meses, a la recién creada Compañía de Guardias Jóvenes.
El 26 de enero de 1853, nueve años después de la fundación de la Guardia Civil, su organizador y primer inspector general, don Francisco Javier Girón, II duque de Ahumada, después de observar el número de bajas que se producían en el Cuerpo, elevó una propuesta solicitando la creación de un establecimiento que pudiera acoger a los huérfanos e hijos del personal del Cuerpo. El establecimiento serviría “para premiar en los hijos las virtudes de los padres”, siendo un medio para formarles y para que nutriesen también las filas del Cuerpo. La propuesta mereció la aprobación de la reina Isabel II el 1 de abril de 1853 bajo la denominación Compañía de Guardias Jóvenes.
La primera ubicación de la Compañía fueron tres habitaciones del madrileño cuartel de San Martín, entonces sede del primer Tercio de la Guardia Civil. Su primer director fue el subteniente graduado don Tomás María Pérez y Rodríguez y el primer guardia joven que ingresó en la Compañía fue Leandro García Fernández a la edad de ocho años. Se le adjudicó el número uno en el orden general
El traslado a la villa de Pinto
El 31 de julio de 1853, la Compañía, compuesta por el sargento primero comandante, un cabo, un guardia de primera clase y 12 alumnos, se trasladó a una antigua casa señorial en la villa de Pinto, a tres leguas de la corte y unida a ella por el ferrocarril. Esta casa solariega, hoy Centro Municipal de Cultura que espera una urgente remodelación, era conocida como “la casa del Grande” y había pertenecido a la familia Pantoja. De hecho, la puerta principal del edificio, con jambas y dintel almohadillado, todavía conserva el escudo de armas de los Pantoja. Posteriormente fue propiedad de D. Manuel de Rimbad Ruíz de Corella, quien la arrienda a la Compañía de Guardias Jóvenes por diez mil reales de vellón al año. En la actualidad, el edificio conserva parte de la fachada del siglo XVIII, construida en ladrillo y cajones de mampostería de piedra caliza, pero lamentablemente, sus instalaciones están abandonadas y carecen de un uso concreto.
Al finalizar el año, el número de alumnos era ya de 30, todos ellos huérfanos o hijos de guardias civiles no aptos por actos llevados a cabo en el servicio. En 1854 se dotó al Cuerpo de Bandera y se ampliaron los beneficios de ingreso a los hijos no huérfanos del personal del Cuerpo en “activo servicio o retirado”.
El trato que recibían los Guardias Jóvenes, dentro del régimen militar, era cariñoso y prudente. Los esfuerzos estaban encaminados a que los jóvenes adquirieran el grado más alto de robustez física y cultura intelectual y moral. Para ello se les inculcaban hábitos y costumbres militares con el fin de obtener la nobleza de sentimientos, veracidad, cariño y respeto al superior, amor al trabajo, creencias religiosas, idolatría por la Patria y veneración del honor.
La Vicalvarada en Pinto
Durante la revolución de 1854, más conocida como “la Vicalvarada”, las fuerzas pronunciadas ocuparon el pueblo de Pinto en su retirada hacia el sur. A las ocho de la mañana del 1 de julio, el general O´Donnell, acompañado de unos 600 caballos y 400 infantes, hizo su entrada en Pinto. Su primera diligencia consistió en poner avanzadas y centinelas en todas las direcciones de Madrid. Seguidamente mandó inutilizar el telégrafo y el camino de hierro, haciendo levantar algunos carriles. Como la Guardia Civil se mantuvo leal al gobierno legalmente establecido, las fuerzas pronunciadas trataron de formar otra compañía con los uniformes que iban reuniendo. Para ello recogieron los cinco uniformes de los monitores existentes en la Compañía de Guardias Jóvenes y todo el correaje y armamento de los jóvenes. Tanto los oficiales como la tropa se alojaron en Pinto a discreción, hospedándose el jefe en casa del señor marqués de Salas. Esta revolución dio lugar al Bienio Progresista (1854-56).
El inspector general de la Compañía, duque de Ahumada, iba a visitarla por lo menos una vez al mes. Su primera visita fue en agosto de 1853, y la Compañía contaba con 16 alumnos. Su sucesor, el general D. Facundo Infante Chaves, además de ser inspector general del Cuerpo, desempeñaba también el difícil cargo en los años de 1854 y 1856 de presidente de las Cortes Constituyentes. Fue varias veces a visitarlo e inspeccionarlo por sí mismo, y no pudiendo hacerlo con la misma frecuencia que el duque de Ahumada, a causa de sus graves ocupaciones, dio el encargo de que fuera a visitarlo, por lo menos una vez al mes, al Sr. Brigadier primer Jefe del primer Tercio.
Traslado a Valdemoro
El aumento del número de colegiados era constante y la casa alquilada de Pinto resultaba insuficiente. A pesar de los buenos deseos de los habitantes del pueblo de Pinto y de su Ayuntamiento, no fue posible encontrar otro local que reuniese las condiciones requeridas. El 26 de marzo de 1.856 la Compañía se trasladó a la vecina localidad de Valdemoro, instalándose en el reformado edificio de la antigua “Real Fábrica de Tapices y Paños Finos del Reino”, denominada “Los Longistas”. En el momento del traslado la Compañía estaba compuesta por 82 Guardias Jóvenes.
En esta ubicación permaneció la sede del Colegio de Guardias Jóvenes hasta el 23 de junio de 1.973, fecha en que entraron en funcionamiento las actuales instalaciones quedando en desuso el edificio de “El Corralillo”, como cariñosamente se le conocía, transformado actualmente en un parque.
La historia posterior del edificio de Pinto estuvo vinculada a la Congregación de la Sagrada Familia de Burdeos, gracias a la acción de la Madre Bonnat.
3 Comments
Gracias Mario, muy interesante. Buen trabajo, salud.
Muchas gracias por tus palabras, Javi.
Un abrazo.
Enhorabuena Mario, estás haciendo un trabajo muy bueno sobre la historia de Pinto. A los Pinteños nos resulta de gran interés.
Un abrazo.
Javier Carmona